Altruismo racional para pequeños y grandes filántropos
Donando con efectividad, tenemos el poder de transformar y salvar vidas. ¿Hay algo que merezca más la pena?
En 2018, dejé el mundo de la empresa para averiguar qué podía aportar al mundo. El resultado fue Ayuda Efectiva.1 Gracias a nuestros donantes, ya hemos destinado 3,2 millones de euros a los programas benéficos más efectivos, ayudando a 1,1 millones de personas y salvando más de 500 vidas en los países más pobres.
En este tiempo, he dedicado miles de horas a leer, pensar y hablar acerca del porqué y el cómo de la ayuda. Las ideas que más me han influido y he adoptado provienen del altruismo eficaz, especialmente como lo planteaba Toby Ord.2 Pero las he ido matizando en mi propia versión, tras considerar las críticas y otras buenas aportaciones.3 Además, el altruismo eficaz ha crecido en muchas direcciones, desde impulsar carreras profesionales de alto impacto (1, 2, 3) hasta afrontar las posibles repercusiones de la inteligencia artificial. Aquí quiero reconectar con los orígenes y promover un concepto muy concreto: el altruismo racional para pequeños y grandes filántropos.
Pienso en el altruismo como la ayuda proactiva. No es «solidaridad» —la mera adhesión a una causa—, sino actuar en beneficio de otros por iniciativa propia, incluso si supone un coste. El altruismo racional es ayudar con la cabeza además del corazón para lograr un mayor impacto, incluyendo salvar vidas. Y no está solo al alcance de unos pocos: donando con efectividad, podemos ser cientos de miles de pequeños y grandes filántropos.
En general, podemos ayudar más
Nos ha tocado el mayor premio de todos: la lotería del nacimiento. ¿Creciste con agua potable y comida suficiente y variada? ¿Recibiste la educación necesaria para leer este texto? ¿Si enfermabas, había hospitales, médicos y farmacias? En muchos lugares, no habrías tenido ninguno de esos lujos. Además, si trabajas en un país rico, es probable que estés entre las personas con mayores ingresos del planeta: compruébalo. No lo sentimos así porque solo nos comparamos con otros en nuestra pequeña burbuja, que resulta estar en la cima de la pirámide. La mejor forma de compartir algo de tu suerte es donar un porcentaje de tus ingresos.
La emoción es una mala guía
A menudo, solo respondemos a las emergencias mediáticas, cuando sentimos la necesidad de «hacer algo». Mientras tanto, los peores problemas del mundo pasan inadvertidos. Son tragedias silenciosas, como que cada día mueran miles de niños por enfermedades fácilmente prevenibles. No nos impresiona ni nos moviliza, porque no es noticia. Además, no elegimos las formas de ayudar más efectivas, sino las que nos hacen sentir una conexión o satisfacción especial. El problema es que nuestro «importómetro» es defectuoso. Nos conmueve más la historia del sufrimiento de un niño que saber que miles comparten su situación. Pero, aunque no podamos sentirlo, debemos recordar que ayudar a diez niños es diez veces mejor que ayudar solo a uno.
Lo relevante es el impacto
Solemos poner el foco en quien ayuda, ya sea alabando su solidaridad o cuestionando sus motivaciones. Sin embargo, la parte importante de la ecuación es la opuesta: ¿a cuántas personas logramos beneficiar y en qué medida? Ante problemas importantes, los tópicos como «toda ayuda es buena» o «la intención es lo que cuenta» no sirven. El valor no está en hacer algo, sino en hacer algo efectivo, porque el protagonista no es quien presta la ayuda, sino quien la necesita.
Ayuda donde ayudes más
Tendemos a apoyar causas prominentes o que nos han tocado de cerca. Pero, en el fondo, si nos importa una situación, enfermedad o catástrofe es por el sufrimiento que provoca. El objetivo es reducir todo lo posible el sufrimiento de los demás, estén donde estén y sea cual sea la causa.
En general, podemos aportar más donde menos hay: en los problemas desatendidos que afectan a muchos. Imagina un país con catorce veces la población de España en el que cada persona sobrevive con el equivalente a 54 euros al mes.4 Eso es la pobreza extrema y tiene consecuencias como la mortalidad infantil y la malnutrición. En los países más pobres tenemos la oportunidad de ayudar mucho más, porque aquí las necesidades básicas están atendidas.
Tu dinero es un superpoder
Donar dinero puede «sabernos a poco» si caemos en la trampa de valorar la ayuda por cómo nos hace sentir, en lugar de por su impacto. Pero las personas en pobreza extrema no necesitan nuestro tiempo, sino tratamientos preventivos contra la malaria, suplementación de vitamina A o vacunas. Para ellos, somos como millonarios con ingresos decenas o cientos de veces mayores. Y podemos ayudarlos de formas sorprendentemente baratas (un ejemplo: suplementar a un niño con vitamina A, protegiéndolo de la ceguera y la mortalidad infantil, cuesta 2 euros al año). No es una exageración: podemos ser filántropos que ayudan a miles de personas y salvan vidas.
Empieza ahora
El altruismo es una práctica: no es algo que piensas o anuncias, sino algo que haces. Da un primer paso ahora. Puede ser pequeño: basta para vencer al «a ver si me pongo» o «tengo que». Luego puedes seguir pensando. ¿Qué porcentaje de tus ingresos quieres donar? ¿Cómo distribuir tus donaciones? ¿Es mejor donar hoy o en el futuro? Trataré todos esos temas y más aquí: si no lo has hecho ya, suscríbete :-)
Donando con efectividad, tenemos el poder de transformar y salvar vidas. ¿Hay algo que merezca más la pena?
Como siempre, con la ayuda de buenos compañeros de viaje: en este caso, cofundadores, patronos y equipo.
Su charla TED me sigue resultando muy inspiradora. No es un gurú ni un carismático emprendedor. Es alguien convencido de la importancia de ayudar a los demás, que decide ser coherente con sus valores.
Muchas críticas tienen que ver con los riesgos de llevar las ideas al extremo, algo simplemente innecesario. Podemos ser más altruistas sin convertirnos en ascetas. Podemos elegir algunas de las mejores de forma ayudar, sin pensar que existe La Mejor y sabiendo que maximizar una única variable puede conducir a la distopía. Podemos asegurar el bienestar de nuestra familia antes de volcarnos en los demás. Respecto a otros planteamientos relacionados, me han influido la compasión racional de Paul Bloom y el beneficentrismo de Richard Y. Chappell.
Casi 700 millones de personas viven en pobreza extrema. Los cálculos de equivalencia de sus ingresos a paridad de poder adquisitivo están aquí.
Mucha suerte con la newsletter y fantástico primer post Pablo! 🙌🏻 (BTW por si acaso no te hubiera llegado, Richard Y. Chappell va a sacar un nuevo libro en el explora y defiende el beneficentrismo, aunque creo aún no tiene fecha de publicación)